Uno de los riesgos que los reformados corren es enfatizar la soberanía de Dios hasta el punto de olvidar que Dios mismo estableció y determinó que el mundo funcione en la base de la ley de las causas y efectos. El mundo natural se rige por leyes dentro de este principio. De la misma forma el mundo espiritual. Esperar efectos (resultados) sin que se usen las causas (acciones) que los producen es burlarse de Dios, según Pablo enseñó a los Gálatas:

“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” Gl 6. 7

Quien quiere ver su iglesia llena de convertidos que aman a Dios tiene que usar los medios para esto: evangelizar, enseñar, discipular, entrenar y orar mucho. Quien quiera vencer el pecado tiene que usar los medios para ello: mortificación, negarse a sí mismo, huir de las ocasiones de tentación. Quien quiere un matrimonio feliz tiene que practicar lo que la Biblia dice en cuanto a los roles del marido y de la esposa.

Un milagro es cuando Dios hace que los efectos ocurran sin el empleo de las causas. Sólo Él puede hacer esto. Y Él no nos enseña a vivir en espera de milagros, sino a usar diariamente los medios correctos para obtener los fines deseados.

Augustus Nicodemus.

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