En el mundo antiguo, el sacrificio de niños era cosa común. Los arqueólogos han desenterrado restos de cuerpos de niños que eran sacrificados en antiguos templos paganos. Por ejemplo, los profetas del dios Baal y Astaré eran auténticos asesinos de bebés. El que goza de más fama por devorar neonatos es el famoso dios amonita
En el mundo antiguo, el sacrificio de niños era cosa común. Los arqueólogos han desenterrado restos de cuerpos de niños que eran sacrificados en antiguos templos paganos. Por ejemplo, los profetas del dios Baal y Astaré eran auténticos asesinos de bebés. El que goza de más fama por devorar neonatos es el famoso dios amonita Moloc, a quien se le ofrendaban bebés mediante eran lanzados al fuego. Evidentemente, como en cualquier ritual pagano, estas ofrendas consistían en trueques para que sus respectivos dioses respondan a los infanticidas religiosos con placer, poder y prosperidad.
En la antigua Grecia y Roma las cosas no eran diferentes. En esos contextos los niños enfermos o bebés deformes eran tenidos como “indeseados”, por lo tanto, eran abandonados a la muerte en los bosques o las laderas. Esto también era común en familias pobres que –en teoría– eran incapaces de criar hijos. ¡Y ni qué decir del abandono de bebitas o niñas por ser consideradas inferiores al sexo masculino!
¿Algunas cosas te resultan familiares hoy? ¡Por supuesto! Las cosas no han cambiado mucho en nuestro contexto. Hoy se sigue entregando las vidas de niños por nacer a cambio de libertad, placer, poder y prosperidad. Hoy la “pobreza” sigue siendo una excusa suficiente para matar. Hoy el simple hecho de “no ser deseado” podría ser suficiente para que un niño muera. Y como las bebitas de antaño, el vientre de tu propia madre es el nuevo campo de concentración nazi para quienes son “inferiores”.
El altar de los dioses devoradores de bebés solo ha sido modernizado, y la barbarie de la antigua Grecia y Roma sigue gobernando las culturas. El aborto solo es el sacrificio moderno de bebés a cambio de aquello que para la cultura es el su nuevo “dios”, el nuevo Moloc.
— Jorge Espinola, G&V