Fue durante su segunda noche en el satélite. Buzz Aldrin, de confesión presbiteriana, extrajo una cajita que contenía pan y vino; se recogió en oración; leyó el versículo de san Juan 15, 5 –«Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo en él, da mucho fruto, porque sin
Fue durante su segunda noche en el satélite. Buzz Aldrin, de confesión presbiteriana, extrajo una cajita que contenía pan y vino; se recogió en oración; leyó el versículo de san Juan 15, 5 –«Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo en él, da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada»– y consumió las dos especies. Lo relata el propio astronauta en el libro que publicó en 1973, «Regreso a la Tierra», y lo ha recordado en estos días en el diario «USA Today» el pastor Mark Cooper, de la parroquia presbiteriana de Webster (Tejas), a la que asistía Aldrin. «Después trajo el pequeño cáliz de plata que empleó, y lo tenemos guardado a buen recaudo en la parroquia», afirma Cooper.
El salmo 8, en el espacio
Pero, además, el astronauta presbiteriano portaba un trozo de papel en el que había garabateado algunos versículos del salmo 8: «Cuando veo los cielos, obra de tus manos, la Luna y las estrellas que creaste, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que de él te preocupes?». Aldrin posó el papel sobre la superficie del satélite y regresó a la nave.
Una Biblia en microfilm
Pero las advertencias de la agencia espacial no amedrentaron a los astronautas. En enero de 1971, dos de los tripulantes del Apolo 14, Shepard y Mitchell, depositaron sobre la superficie lunar un paquete que contenía la Biblia en microfilm y el primer versículo del Génesis en 16 idiomas. Seis meses más tarde, durante la misión del Apolo 15, James B. Irwin, tras caminar sobre la Luna, declaró haber «sentido el poder de Dios como jamás lo había sentido antes». En 1998, John Glenn, que regresó al espacio después de 36 años, declaró: «Para mí es imposible contemplar toda la creación y no creer en Dios». Quien sabe, quizás haya que estar en la Luna para encontrarse con el Señor…
larazon.es