En medio de la creciente presión cultural, el debate sobre los contenidos de las grandes plataformas de entretenimiento ha tomado un rumbo cada vez más ideológico. La administración Trump declaró ilegales los programas de diversidad, equidad e inclusión (DEI) y prohibió la atención médica de afirmación de género para menores. Figuras políticas y empresariales han presionado a compañías como Disney y Netflix para retirar o modificar contenidos con personajes transgénero o de ideología LGBT. Ejemplo de ello fue la cancelación de Dead End: Paranormal Park, reconocida por su representación LGBT y premiada internacionalmente.
En este ambiente, Elon Musk ha llamado a sus seguidores a cancelar su suscripción a Netflix, criticando lo que denomina “el virus woke”. Aunque sus motivaciones puedan ser más políticas que espirituales, su denuncia evidencia algo real: la inclusión forzada no es neutral, sino la imposición de una ideología nefasta que apunta directamente a los niños y jóvenes, buscando normalizar lo que la Palabra de Dios llama pecado.
La Biblia es clara: “Por lo cual Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros…” (Romanos 1:26-27). A la luz de las Escrituras, la homosexualidad no es una identidad que celebrar, sino una depravación que necesita arrepentimiento y restauración en Cristo.
Jesús advirtió con dureza cuando se trata de escandalizar a los pequeños: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino y que se le hundiese en lo profundo del mar” (Mateo 18:6). Esto debe estremecernos. Las ideologías que buscan moldear a los niños en contra del orden de Dios son una afrenta directa a su Creador.
Como iglesia, no podemos permanecer indiferentes. No se trata simplemente de cancelar suscripciones o cambiar de plataforma, sino de levantar una voz profética que anuncie la verdad de Dios sin miedo. El mundo intentará ridiculizar y acallar esa verdad, pero está escrito: “Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz” (Isaías 5:20).
Nuestro llamado no es a seguir las corrientes del mundo, sino a permanecer firmes en la Palabra, guiando a nuestras familias en santidad y enseñando a los niños el diseño de Dios desde la niñez. Porque solo en Cristo hay libertad verdadera, y solo en Él hay esperanza para quienes hoy viven atrapados en la confusión de esta generación.