Ya en la última hora de su agonía, Jesús pronunció la frase de desenlace, las últimas palabras antes de expirar: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46) – si no hubiera ocurrido la victoria de la resurrección, estas habrían sido palabras de fracaso y frustración; motivo para concluir que todo acaba en el sepulcro y que la vida termina por no tener sentido ni trascendencia, dado el inevitable triunfo de la muerte y la impotencia humana ante el sepulcro.
Pero el poder de la resurrección de Cristo le da un significado diferente a esta última frase de Jesús; estas son palabras de certeza, consuelo y esperanza para todo aquel que pone su fe en Cristo.
{1} Tal como Cristo, en la hora de mayor aflicción se dirige al Padre celestial, todo aquel que cree en Cristo tiene el mismo privilegio de encomendarse al Padre. Ya sea que se encuentre en angustia, tribulación o ansiedad – el cristiano puede volverse al Dios que le ha adoptado y saberse amado, protegido y resguardado en el abrazo del Padre celestial ¿Y quién hizo posible esa bendición? El Cordero de Dios, que nos ha hecho aceptos ante el Padre.
{2} La muerte no es el fin, el sepulcro no es la última escena de la existencia – hay algo más allá, hay continuidad. Cristo acababa de afirmar al ladrón recién convertido “hoy estarás conmigo en el paraíso” – de manera que al enfrentar la muerte y una vez concluido el último suspiro, el Hijo estuvo con el Padre en el paraíso – la gloria, el cielo, la mansión celestial – tantos nombres hay para referirse a ese estado de dicha y paz. Claro, que si las promesas de un paraíso para los arrepentidos resultaron ciertas, asimismo han se serlo las advertencias de lloro y crujir de dientes para los impenitentes – razón por la cual, es urgente y necesario hacer las previsiones para la eternidad. Y hay que hacerlo pronto, mientras hay oportunidad – si bien, un ladrón pudo arrepentirse en el último instante de vida, el otro ladrón se mostró impenitente hasta el final. Tener fe en Jesús no debiera ser algo que se posterga sino una rendición oportuna y diligente.
{3} Las palabras de Cristo pueden ser la oración del creyente ante la muerte – en la esperanza y consuelo de la resurrección; el ultimo suspiro del cristiano pone fin a las aflicciones de esta vida; si hubo dolencias, habrán acabado – si fue larga la agonía, llegará el alivio – si abundó el llanto, las lágrimas habrán cesado – si la miseria dificultó el camino, la herencia eterna será la recompensa. No mas sollozo, no más carencias, dicha y paz sin dolor ni turbación – el sepulcro no será vencedor, sino aliado del cristiano – la muerte será en todo caso el tierno abrazo del Padre; provisión de descanso y certeza del triunfo en la resurrección de Cristo.
Que nuestras vidas estén marcadas por la esperanza de la resurrección y la seguridad de que gracias a Cristo estamos en las manos amorosas de nuestro Padre celestial. Que la cruz de Cristo nos recuerde siempre el sacrificio de amor que hizo por nosotros y nos dé la confianza para encomendarnos al Padre en la vida y en la muerte.
“Oh, Dios de gloria, de triunfo, al final – déjame el gozo del cielo alcanzar. Alma de mi alma, Dueño y Señor; en vida y muerte sé tú mi visión”
Originally posted 2023-04-04 00:42:48.
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