Buenos días hermanos y hermanas en Cristo. Hoy quiero hablarles sobre algo que todos necesitamos escuchar, especialmente en los tiempos difíciles que vivimos: la gracia que sostiene.
¿Cuántas veces te has sentido abrumado por las circunstancias? ¿Cuántas noches has perdido el sueño preguntándote si podrás enfrentar el día siguiente? ¿Has sentido que tus fuerzas se agotan y que ya no puedes más?
Si es así, tengo buenas noticias para ti. Existe un lugar al que puedes ir, un trono al que puedes acercarte, no con temor, sino con total confianza. Es el trono de la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
Pero antes de profundizar en esta hermosa promesa, es importante que entendamos algo fundamental: estas promesas de Dios tienen destinatarios específicos. No todos pueden acercarse confiadamente al trono de la gracia. Esta es una promesa para los hijos de Dios, para aquellos que han sido salvos por la fe en Cristo Jesús.
1. La Diferencia Entre Creación e Hijos
Es importante aclarar una verdad bíblica fundamental que a menudo se malinterpreta en nuestros días. Si bien es cierto que todos los seres humanos somos creación de Dios – Él nos formó en el vientre de nuestras madres, nos dio vida y aliento – no todos somos hijos de Dios en el sentido bíblico.
La Escritura es clara al respecto. En Juan 1:12-13 leemos: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
¿Qué significa esto? Que para ser hijo de Dios, no basta con haber nacido. No es suficiente ser una buena persona o intentar vivir moralmente. Para ser hijo de Dios necesitas recibir a Cristo, creer en Su nombre, nacer de nuevo espiritualmente.
En Juan 8:44, Jesús mismo les dice a los fariseos religiosos: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer.” Estas eran personas religiosas, pero que no habían nacido de nuevo, no eran hijos de Dios.
Pablo lo confirma en Gálatas 3:26: “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.” La clave está en la fe en Cristo Jesús. Sin esta fe salvadora, sin este nuevo nacimiento, no podemos reclamar las promesas que Dios tiene para Sus hijos.
2. Un Trono Accesible Solo Por la Fe
Ahora que entendemos esta verdad fundamental, podemos apreciar mejor la magnificencia de Hebreos 4:16. Cuando el escritor dice “acerquémonos”, está hablando a los creyentes, a aquellos que han puesto su fe en Cristo.
Antes de Cristo, el acceso a Dios era limitado. Solo el sumo sacerdote podía entrar al Lugar Santísimo, una vez al año, con sangre de animales. El velo del templo separaba a la humanidad de la presencia de Dios.
Pero cuando Cristo murió en la cruz, ese velo se rasgó de arriba abajo (Mateo 27:51). ¿Qué significó esto? Que el camino a Dios quedó abierto para todos aquellos que vinieran por medio de Cristo.
Jesús mismo declaró en Juan 14:6: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” No hay otro camino al trono de la gracia. No podemos acercarnos por nuestros méritos, por nuestras buenas obras, por nuestra religiosidad. Solo podemos acercarnos por medio de Cristo.
La palabra “confiadamente” que usa el versículo (parresía en griego) implica no solo valentía, sino también el derecho legal de acercarse. Como hijos de Dios por adopción, tenemos el derecho legal de venir ante Su presencia.
3. La Gracia Abundante para los Salvos
Para aquellos que han sido salvos, que han nacido de nuevo, que son verdaderos hijos de Dios, las promesas de gracia son abundantes y seguras.
El apóstol Pablo nos recuerda en Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”
Observen las palabras clave: “a los que aman a Dios” y “a los que conforme a su propósito son llamados”. Esta promesa no es universal, es específica para los creyentes verdaderos.
¿Qué significa que “todas las cosas les ayudan a bien”? No significa que todo lo que nos pase será bueno o placentero. Significa que Dios, en Su soberanía y amor, usará incluso las circunstancias difíciles para nuestro beneficio espiritual y para Su gloria.
La gracia de Dios opera de manera especial en la vida de Sus hijos. Efesios 1:3 nos dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.”
Como hijos de Dios, tenemos acceso a “toda bendición espiritual”. Esto incluye la gracia para el perdón, la gracia para la santificación, la gracia para el servicio, y la gracia para el socorro en tiempo de necesidad.
### 4. Misericordia y Gracia: Herencia de los Hijos (3-4 minutos)
El versículo nos promete que en el trono de la gracia encontraremos dos cosas: misericordia y gracia. Para los hijos de Dios, estas no son posibilidades remotas, sino herencia segura.
La misericordia significa no recibir el castigo que merecemos. Como hijos de Dios, aunque pequemos, no enfrentamos la condenación eterna. Romanos 8:1 nos asegura: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús.”
La gracia significa recibir bendiciones que no merecemos. Como hijos de Dios, Él nos prodiga de Su amor, Su cuidado, Su provisión, no por nuestros méritos, sino por Su gracia.
Para aquellos que no han sido salvos, que no son hijos de Dios, la situación es diferente. Juan 3:36 es claro: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.”
5. El Socorro Oportuno para los Hijos de Dios
La frase “oportuno socorro” adquiere un significado especial cuando la vemos en el contexto de ser hijos de Dios. Como un padre terreno cuida especialmente de sus hijos, nuestro Padre celestial tiene un cuidado particular por aquellos que le pertenecen.
El Salmo 34:19 nos dice: “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová.” Esta promesa es específica para el “justo”, es decir, para aquel que ha sido justificado por la fe en Cristo.
El socorro de Dios para Sus hijos no es accidental o fortuito. Es intencional, planificado, perfecto en Su tiempo. Él conoce nuestras necesidades antes de que las pidamos (Mateo 6:8), y Su socorro llega en el momento exacto que Él sabe que es mejor para nosotros.
6. Un Llamado a la Salvación
Quizás al escuchar este mensaje, te das cuenta de que aunque has asistido a la iglesia, aunque has crecido en un hogar cristiano, aunque tratas de ser una buena persona, nunca has nacido de nuevo. Nunca has puesto tu fe personal en Cristo como tu Salvador.
Si este es tu caso, quiero que sepas que Dios te ama y quiere que seas Su hijo. Pero esto requiere una decisión personal de tu parte. Necesitas reconocer que eres pecador, que necesitas un Salvador, y poner tu fe en Cristo Jesús.
Romanos 10:9 nos dice: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.”
No dejes pasar esta oportunidad. Las promesas de gracia, misericordia y socorro que hemos compartido hoy pueden ser tuyas si decides entregarle tu vida a Cristo.
Aplicación Práctica
Para aquellos que ya son hijos de Dios, ¿Cómo aplicamos esta verdad?
Primero, debemos acercarnos con confianza al trono de la gracia. No con timidez o duda, sino con la seguridad de que somos hijos amados de Dios.
Segundo, debemos recordar que estas promesas son nuestras por derecho de adopción, no por mérito personal. Esto nos mantiene humildes pero confiados.
Tercero, cuando enfrentemos dificultades, debemos recordar Romanos 8:28. Para los que amamos a Dios, todas las cosas – incluso las difíciles – obran para nuestro bien.
Cuarto, debemos compartir este evangelio con otros, para que ellos también puedan convertirse en hijos de Dios y disfrutar de estas promesas.
Conclusión
Hermanos, si eres hijo de Dios por la fe en Cristo Jesús, regocíjate en las promesas que tienes. El trono de la gracia está abierto para ti. La misericordia y la gracia te esperan. El socorro llegará en el momento oportuno.
Si aún no has nacido de nuevo, hoy es el día de salvación. No pospongas esta decisión tan importante. Ven a Cristo, y podrás acercarte confiadamente al trono de la gracia.
Recordemos siempre: somos creación de Dios por nacimiento, pero solo somos hijos de Dios por la fe. Y es a Sus hijos a quienes Él les promete que todas las cosas les ayudarán a bien.
*Oración final:*
Padre celestial, te damos gracias porque por medio de Cristo podemos ser llamados hijos tuyos. Ayúdanos a vivir en la seguridad de esta relación, acercándonos confiadamente a tu trono de gracia. Para aquellos que aún no te conocen como Salvador personal, toca sus corazones hoy para que puedan nacer de nuevo y disfrutar de todas las promesas que tienes para tus hijos. En el nombre de Jesús, amén.
por Alejandro Villegas