Estas cosas están escritas para nuestro aprendizaje, porque la misma sabiduría que ordenó los caminos que recorrieron los santos de Dios en los tiempos bíblicos ordena la vida del cristiano hoy. Por lo tanto, no deberíamos sorprendernos demasiado cuando ahora nos suceden cosas inesperadas, perturbadoras y desalentadoras. Qué quieren decir ? Simplemente, Dios en su sabiduría quiere hacer de nosotros algo que aún no hemos logrado, y está tratando con nosotros en consecuencia.
Quizás quiera fortalecernos en la paciencia, el buen humor, la compasión, la humildad o la mansedumbre, dándonos algo de práctica adicional para ejercer estas gracias en condiciones especialmente difíciles. Quizás tenga nuevas lecciones de abnegación y desconfianza en nosotros mismos que enseñarnos. Quizás desee librarnos de la complacencia, de la irrealidad o de formas no detectadas de orgullo y vanidad. Quizás su propósito sea simplemente acercarnos a él en comunión consciente con él; porque a menudo ocurre, como todos los santos saben, que la comunión con el Padre y el Hijo es más vívida y dulce, y el gozo cristiano es mayor cuando la cruz es más pesada. (¡Recuerde a Samuel Rutherford!) O tal vez Dios nos esté preparando para formas de servicio de las que actualmente no tenemos ni idea.
Pablo vio parte de la razón de sus propias aflicciones en el hecho de que Dios “nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier tribulación, con el consuelo que nosotros mismos hemos recibido de Dios” (2 Cor 1:4). Incluso el Señor Jesús “por lo que padeció aprendió la obediencia”, y así fue “perfeccionado” para su ministerio sumo sacerdotal de simpatía y ayuda a sus discípulos en apuros (Heb 5:8-9): lo que significa que, así como por un lado es capaz de sostenernos y hacernos más que vencedores en todas nuestras tribulaciones y angustias, así por otro lado no debemos sorprendernos si nos llama a seguir sus pasos y a dejarnos llevar. Estad preparados para el servicio de los demás mediante experiencias dolorosas que son totalmente inmerecidas. “Él sabe el camino que toma”, aunque por el momento nosotros no lo sepamos.
Puede que estemos francamente desconcertados por las cosas que nos suceden, pero Dios sabe exactamente lo que está haciendo y lo que busca al manejar nuestros asuntos.

Siempre y en todo es sabio: lo veremos más adelante, incluso donde nunca lo vimos aquí. (Job en el cielo conoce la razón completa por la que fue afligido, aunque nunca lo supo en esta vida.) Mientras tanto, no debemos dudar en confiar en su sabiduría, incluso cuando nos deja en la oscuridad.

Pero, ¿cómo vamos a afrontar estas situaciones desconcertantes y difíciles si por el momento no podemos ver el propósito de Dios en ellas? Primero, tomándolos como de Dios y preguntándonos qué reacciones hacia ellos, y en ellos, el evangelio de Dios requiere de nosotros; segundo, buscando el rostro de Dios específicamente sobre ellos.

Cualquiera que sea el propósito adicional que los problemas de un cristiano puedan tener o no para equiparlo para el servicio futuro, siempre tendrán al menos el propósito que tenía el aguijón en la carne de Pablo: Nos habrán enviado para hacernos y mantenernos humildes, y para darnos una nueva oportunidad de mostrar el poder de Cristo en nuestra vida mortal. ¿Y alguna vez necesitaremos saber más sobre ellos que eso? ¿No es esto suficiente en sí mismo para convencernos de la sabiduría de Dios en ellos? Una vez que Pablo vio que su problema le había sido enviado para permitirle glorificar a Cristo, lo aceptó como sabiamente designado e incluso se regocijó en ello. Dios nos dé gracia, en todos nuestros propios problemas, para ir y hacer lo mismo.