He descubierto que, espiritualmente hablando, es fácil pensar que te hallas en el curso correcto cuando en realidad vas a la deriva. Por años, en mi trabajo pastoral, pensaba que le estaba dando a mi gente principios bíblicos sólidos por los cuales vivir. Me había graduado de un seminario cuyo lema, estampado en el original
He descubierto que, espiritualmente hablando, es fácil pensar que te hallas en el curso correcto cuando en realidad vas a la deriva. Por años, en mi trabajo pastoral, pensaba que le estaba dando a mi gente principios bíblicos sólidos por los cuales vivir. Me había graduado de un seminario cuyo lema, estampado en el original griego en la fachada de la capilla, decía,
¡Predica la Palabra! (2 Tim. 4:2). Había sido entrenado sobre como realizar una exégesis de la Escritura, como preparar y presentar sólidos sermones bÌblicos, y como aconsejar a la gente a partir de la Biblia.
Igual que la mayoría de mis compañeros pastores evangélicos, mi predicación era sazonada frecuentemente con los descubrimientos más recientes de la psicología. Por supuesto, nunca usaba perspectivas psicológicas a menos que estuvieran a tono con la Escritura. Pero, al mismo tiempo, se me habÌa enseñado en el seminario, ¡Toda verdad es la verdad de Dios.! Si un psicólogo se topa con algún principio bÌblico, ¿por qué no usarlo? ¿Acaso la Biblia no enseña el apropiado amor a uno mismo, en tanto que no se caiga en el orgullo (¡ama a tu prójimo como a ti mismo,! Mateo 22:39)? ¿No es el amor de Dios por mí la base para la auto-estima apropiada? ¿No se supone que los padres han de edificar la auto-estima de sus hijos?
De modo que predicaba sermones como “Sintiéndonos Bien con Respecto a Nosotros Mismos” y “Desarrollando un Sentido de Valía Propia”, basandome en la Escritura (yo así lo pensaba), repletos de observaciones, citas e historias tomadas de destacados psicólogos Cristianos, cuyos libros y artículos leía. Asistía a conferencias en las que estos hombres
proveían entrenamiento en varios aspectos del ministerio, la consejería y la comunicación pastoral. Usaba cintas de video producidas por psicólogos Cristianos para ayudar a entrenar a la gente en cuestiones como la crianza de los niños y las relaciones maritales. Llevé conmigo a gente de la iglesia a un seminario para matrimonios dirigido por dos populares psicólogos Cristianos. A principios de los 80s, traté de publicar un libro sobre el Cristiano y las emociones. En ese momento pensaba que el libro era sólidamente bíblico. Ahora estoy agradecido que nunca encontré quién lo publicara.
Parece hasta bíblico
Aunque no teníamos grupos de apoyo en nuestra iglesia (porque estaba demasiado ocupado para organizarlos), estaba abierto a la idea de utilizar programas como los de A. A. para ayudar a ministrar a la gente herida y lastimada. Después de todo, los 12 Pasos parecían bastante bíblicos, muchas iglesias evangélicas grandes los usaban, y parecían ayudar a las personas. Tenía un pastor asociado que quería comenzar un grupo así en la iglesia, y al principio la idea me pareció bien. Pero luego, después de casi 13 años en el pastorado, Dios – por Su misericordia – me impactó tremendamente (como si se tratase de un golpe literal en la cabeza) para mostrarme dónde me habÌa extraviado del curso original. En aquel momento no me inquietaba mi perspectiva de la vida Cristiana. Hubiera argumentado que era un tipo sólidamente bíblico, que solamente usaba la psicología para ilustrar o complementar los principios escriturales, y que me estaba comunicando en términos con los cuales mi congregación pudiera identificarse. Dios, de manera soberana, reunió varios factores para confrontarme con la necesidad de un cambio. Uno de los más poderosos fue que, por primera vez, leí de manera completa y atenta la obra de Juan Calvino, la Institución de la Religión Cristiana.
Fe psicologizada
Al mismo tiempo, los ancianos de la iglesia que pastoreaba nos habían asignado a otro anciano y a mí la tarea de leer un libro de psicología Cristiana que el grupo de apoyo planeaba utilizar. El contraste entre Calvino, por un lado, y el libro de psicología Cristiana, por el otro, era como el día y la noche. Dios trazó una línea en el piso y dijo con claridad, “¿De qué lado estás tú?” No podía evadir la línea. Me tuve que arrepentir de la versión psicologizada de la fe en la que me había extraviado y volverme al Cristianismo centrado en Dios, fundamentado en la total suficiencia de Cristo y las Escrituras. Eso fue en 1991, y desde entonces he llegado a estar más seguro de lo malo que resulta de mezclar el Cristianismo con la psicología. Igual que en el Israel de la antiguedad, los hombres “Temían a Jehova, y honraban a sus dioses, según la costumbre de las naciones de donde habían sido trasladados” (2 Reyes 17:33), así que creo que muchos Cristianos estadounidenses han caído en una mezcla sincrética de Cristianismo y psicología mundana. ¡Pero los dos no se mezclan!
Conflicto con la Biblia
Antes de señalar algunos asuntos específicos, permítanme enfatizar que se requirió un buen tiempo para que estos asuntos llegaran a ser claros para mí. Comencé a tener algunas inquietudes a principios de los 1980’s. Pero seguí apoyando el uso de la psicología en algún grado hasta Abril de 1991, cuando llegué a un punto crítico y tuve que cruzar la línea. Desde
entonces he crecido mucho más en mi entendimiento de estos puntos. Algunos de ustedes pueden estar totalmente en desacuerdo con lo que digo. No espero que todos estén de acuerdo conmigo de manera instantanea. Pero tengo la esperanza de hacer que comiencen a reflexionar en estos asuntos a la luz de la Escritura. Tengo que ser muy selectivo, pero quiero presentar cinco areas donde creo que la así llamada “psicología Cristiana” se halla en conflicto con la verdad bíblica.
La Biblia no funciona
1. El movimiento de la psicología Cristiana se edifica sobre una perspectiva inadecuada de la salvación.
A finales de los 1980’s, comenzó a ser más claro para mí, de una manera más grande que nunca antes, que había muchas personas sentadas cada semana en mi congregación que profesaban ser salvos, pero que no había mucha evidencia de ello en sus vidas.
En el otoño de 1990, como lo mencioné, los ancianos nos asignaron a otro anciano y a mí revisar el libro que el propuesto “Grupo de Recuperación”, dirigido por mi asociado, quería utilizar. Este anciano y su esposa habían estado en el equipo de la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo por casi 20 años y Èl enseñaba en su seminario (mi iglesia se hallaba
cerca de las oficinas centrales de la Cruzada y muchos de nuestros miembros trabajaban en el equipo). Su esposa era una de las personas emocionalmente “heridas” que deseaban que comenzáramos estos grupos de recuperación.
El libro que leímos fue “Cuando Tu Mundo No Tiene Sentido”, de Henry Cloud [Oliver- Nelson, 1990]. Se me dijo que me ayudaría a entender a estas personas heridas y lastimadas. Traté de darle todo el beneficio de la duda, pero hubo una parte al principio del libro que me preocupó sobremanera, donde Cloud afirma que para estas personas heridas, las “respuestas Cristianas normales” (tratar con el pecado, la fe, la obediencia, el tiempo en la Palabra y en la oración, etc.) “no funcionaban” …El compara tales cosas con el consejo dado por los amigos de Job, llamándolo “medicina sin valor”. Luego propone su solución, la cual es esencialmente una versión bautizada de la psicología del desarrollo. Mientras este anciano y yo discutíamos el enfoque de Cloud me dijo que la gente como su esposa, quienes provenían de hogares disfuncionales, no se podía identificar con mi predicación porque yo enfatizo la obediencia a la Palabra de Dios. Debido a que han tenido padres estrictos, fríos y autoritarios no se pueden relacionar bien con la autoridad. Le contesté que pensaba que también ponía un fuerte énfasis en la gracia de Dios como la motivación para la obediencia. Pero él respondió que su esposa ni siquiera se podía relacionar con la gracia de Dios – era como algo que sólo le pasaba a la par. Me quedé un poco desconcertado, de modo que dije, “¿Quiere usted decir que en las muchas veces que he hablado sobre la gracia de Dios, ella no me ha escuchado?” …El dijo sÌ, en sus 20 años en el equipo de la Cruzada, nunca había sentido la gracia y el amor de Dios en un nivel personal. Pensé en lo que había dicho e hice algunas preguntas de clarificación para asegurarme que le había entendido. Luego le respondí, “Si su esposa jamás ha sentido el amor y la gracia de Dios, ¡entonces no es convertida!” Había estado leyendo el clasico de Jonathan Edwards, “Tratado sobre los Afectos Religiosos”, en el que presenta el fuerte caso bíblico de que la fe salvadora no es un mero asentimiento intelectual al evangelio, sino que éste afecta el corazón. Este anciano se disgustó muchísimo conmigo. Pero perseveré en mi posición entonces y es lo que hago ahora, que si una persona se puede sentar en la iglesia por 20 años y nunca ser movida por la gracia y el amor de Dios tal como se nos muestran en la cruz, entonces esa persona no es verdaderamente convertida.
Mientras pensaba acerca de lo que este anciano, mi asociado, Henry Cloud y otros en su campo estaban diciendo, me di cuenta que, en efecto, lo que estaban diciendo es que el poder transformador del evangelio, que ha sustentado a los santos durante y a través de todas las pruebas concebibles, no era suficiente para tratar con los problemas emocionales de estos
Cristianos de finales del siglo 20. Y, me llegué a dar cuenta de que el enfoque psicologizado al Cristianismo se edificaba sobre la teologÌa inadecuada que equipara la conversión con tomar la decisión de invitar a Cristo a su corazón. Pero las dos cosas no son necesariamente sinónimos. Bíblicamente hablando, la conversión es el acto sobrenatural de Dios por el cual él le imparte vida espiritual a una persona que está muerta en sus delitos y pecados (Efe. 2:1-5). No es algo que el hombre pueda efectuar en lo absoluto (Juan 1:12-13). Como Calvino (y Edwards) me ayudaron a ver, invariablemente Dios le ha revelado a la persona verdaderamente convertida algo de Su impresionante majestad y santidad. Instantáneamente, como Isaías después de su visión de Dios, el pecador se ve impactado por la corrupción total de su corazón en presencia de esta luz inaccesible, y clama con todo su corazón, “¡Ay de mí! que soy muerto!” En lugar de sentirse mejor con respecto a sí mismo, se siente mucho peor al darse cuenta de su verdadera condición ante el Dios Santo. Igual que el hombre en la historia de Jesús, incluso se muestra nada dispuesto a levantar sus ojos al cielo, sino que se golpea el pecho mientras clama, “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13). Y, por supuesto, Dios es misericordioso con todos los que verdaderamente claman a El. El psicólogo Henry Cloud (p. 16) afirma que cualquier enfoque que haga que la persona lastimada sienta como si ha de culparse por su dolor – ya sea debido a una falta de fe en Dios o a una falta de obediencia, o cualquier otra cosa – es “juicio” y solamente provoca un “daño indescriptible”. Pero Calvino inicia la Institución exactamente en la dirección opuesta:
Porque como en el hombre se halla todo un mundo de miserias, después de haber sido despojados de los dones del cielo, nuestra desnudez, para grande verguenza nuestra, descubre una infinidad de oprobios; y por otra parte no puede por menos
que ser tocada cada cual de la conciencia de su propia desventura, para poder, por lo menos, alcanzar algún conocimiento de Dios.
Así, por el sentimiento de nuestra ignorancia, vanidad, pobreza, enfermedad, y finalmente perversidad y corrupción propia, reconocemos que en ninguna otra parte, sino en Dios, hay verdadera sabiduría, firme virtud, perfecta abundancia de
todos los bienes y pureza de justicia; por lo cual ciertamente nos vemos impulsados por nuestra miseria a considerar los tesoros que hay en Dios. Y no podemos de veras tender a El, antes que comenzar a sentir descontento de nosotros (1.1.1).1
Creo que hay mucha gente en las iglesias evangélicas a quienes se les ha dicho, “Paz, paz, cuando no hay paz” Piensan que están en buenos términos con Dios porque pasaron al frente o porque hicieron una oración, pero nunca han sabido nada de su propia corrupción de corazón por medio del ministerio del Espíritu Santo y su obra de traernos convicción. Ellos no sienten, como lo dice Spurgeon, la soga alrededor de su cuello, así que no lloran de gozo cuando el Salvador corta la cuerda. En muchos casos, no se han convertido verdaderamente. Creo que el movimiento de la psicología Cristiana se edifica sobre esta visión defectuosa de la salvación que minimiza la depravación y hace de la conversión algo que el pecador puede hacer al decidirse por Jesús.
¿El diablo tiene baja-autoestima?
2. La psicología Cristiana enfoca a las personas en sí mismas, no en Dios y Su gloria. Uno de los errores más dominantes que ha invadido la iglesia en los pasados 25 años es que la Biblia enseña que necesitamos amarnos a nosotros mismos y crecer en auto-estima. Fui influenciado a adoptar esta visión en parte por la lectura del libro de James Dobson, Ocultarse o Buscar [1974], cuyo subtÌtulo es “La Auto-Estima en el Niño” El afirma que existe una epidemia de baja auto-estima en nuestra sociedad y que esta es responsable de muchas de nuestras enfermedades sociales. Su ilustración de apertura está relacionada con Lee Harvey Oswald, y como este pobre hombre fue menospreciado constantemente. La única cosa que pudo hacer bien fue disparar un rifle, así que finalmente se vio empujado a hacer algo en lo que pudo sentirse bien con respecto a sí mismo: le disparó al Presidente Kennedy. El mensaje claro es que si de alguna manera este hombre se hubiese sentido mejor con respecto a sí mismo, quizá no hubiera cometido esta acción tan terrible. Dobson también escribió “Lo que las Esposas Desean que Sus Maridos Sepan Acerca de las Mujeres” [Tyndale, 1975], en el que afirma que la baja auto-estima es el problema número uno que acosa a las mujeres Cristianas en los Estados Unidos (p. 22).
Esta noción predomina en docenas de libros Cristianos populares. En La Vida Libre de Preocupaciones [Thomas Nelson, 1989], Frank Minirth, Paul Meier y Don Hawkins declaran que una falta de valía propia “es la base de la mayor parte de los problemas psicológicos” (p. 140). Ellos dicen que la razón por la cual David pudo vencer a Goliat, y por la cual Saul no
pudo, es que David tenÌa una buena auto-estima, en tanto que Saúl no (p. 139). También dicen que los diez espías que regresaron con un reporte negativo sobre los gigantes en Canaan sufrían de un auto-concepto negativo, mientras que Josué y Caleb tenían un auto-concepto positivo y se respetaban a sí mismos (p. 136).
Recibí un folleto de presentación de los Centros de Tratamiento Rapha, fundados por Robert McGee, autor de “La Busqueda de Significado”. En él aparecen elogiosas recomendaciones de parte de Billy Graham, Charles Stanley, Dawson McAllister, D. James Kennedy, Jerry Falwell y Beverly LaHaye. El folleto explica, “Parte del Èxito de Rapha se encuentra en la habilidad distintiva de identificar y resolver los problemas de la baja autoestima.
En el corazón de todos los problemas emocionales y de los desórdenes adictivos se halla la baja valía propia. Nunca es el único problema; pero es un asunto tan grande que, si no se trata con él adecuadamente, uno se ve impedido de experimentar resultados duraderos y positivos”
Nunca he llegado tan lejos al enseñar el tema de la auto-estima. Yo era “más equilibrado”
Enseñaba que demasiado amor propio equivalía a orgullo, pero que debíamos tener una cantidad apropiada de amor propio para así poder tener suficiente confianza para funcionar en la vida y servir a Dios. Había usado las verdades de nuestra posición en Cristo para respaldar esto, junto con el mandamiento de amar a nuestro projimo como nos amamos a nosotros
mismos.
Entonces leí a Calvino. Al discutir el pecado original, él muestra como, por la naturaleza caída, todos estamos inclinados a adularnos a nosotros mismos debido al amor propio innato. Calvino declara (2.1.2), Pues no hay nada que más apetezca la natural inclinación del hombre que ser regalado con halagos y dulces palabras. Y por eso, donde quiera que se oye
ensalzar, se siente propenso a creerlo y lo oye de muy buena gana.
Luego sigue diciendo que tal exaltación de la naturaleza humana caída nos enseña a estar satisfechos con nosotros mismos, pero que eso “engaña hasta el punto de guiar, a aquellos que asienten con esto, hacia la ruina total”.
Más adelante, al discutir nuestra necesidad de amar a nuestro projimo como el cumplimiento de la ley, afirma (2.8.54):
“Pues como los hombres por su misma naturaleza están mucho más inclinados de lo
justo a amarse a sí mismos, y por más que se aparten de la verdad siempre
permanecen aferrados a este amor, no fue necesario darles ley alguna para
inflamarlos más en este excesivo amor de sí mismos. Por donde se ve
manifiestamente que no es el amor de nosotros mismos, sino el amor de Dios y el
del projimo el cumplimiento de la ley; y, por tanto, que el que vive recta y
santamente, es el que vive lo menos posible para sÌ mismo; y que nadie vive peor ni
más desordenadamente que el que vive solamente para sí y no piensa más que en su
provecho propio, y de esto sólo se cuida.
Incluso el Señor, para mejor exponer el afecto y amor que debemos tener a nuestros
projimos [Lev. 19:18], nos remite al amor con que cada uno se ama a sí mismo,
poniéndolo como regla y modelo, pues no hay afecto ni amor más vehemente que éste”.
Luego continúa refutando a ciertos hombres de su época quienes enseñaban, como enseñan muchos psicólogos Cristianos modernos, que debemos primero aprender a amarnos a nosotros mismos antes que podamos amar a Dios y a los demás.
En contraposición al amor a uno mismo, Calvino enfatiza repetidamente la humildad como la virtud principal. En un capítulo que trata con la cautividad de la voluntad al pecado (2.2.11), cita a Agustín, “Cuando uno reconoce que no es nada en sí mismo y que ninguna ayuda puede esperar de sí, sus armas se le rompen y cesa la guerra. Y es necesario que todas las armas de la impiedad sean destruidas, rotas y quemadas y te encuentres tan desarmado, que no halles en ti ayuda alguna. Cuando más débil eres por ti mismo, tanto mejor te recibirá Dios”.
Calvino concluye, “lo que pido es que, dejando a un lado el amor de sí mismo, de su elevación y ambición – sentimientos que le ciegan y le llevan a sentir de sÌ mismo más de lo conveniente – se contemple como debe en el verdadero espejo de la Escritura [cf. Santiago 1:22-25].”
Calvino también tiene un capÌtulo maravilloso titulado, “La Suma de la Vida Cristiana: La Renuncia a Nosotros Mismos” (3.7).
Mientras leía el tratamiento sólidamente bíblico de la naturaleza del hombre y el pecado por parte de Calvino, me di cuenta que había errado tremendamente al caer en la enseñanza de la “auto-estima apropiada” de la psicología Cristiana. Me di cuenta que la psicología Cristiana servía para edificar al hombre en su pecado y para rebajar a Dios presentandolo más como nuestro buen compinche que nos ama incondicionalmente para que así podamos aceptarnos a nosotros mismos. Pero la Biblia exalta a Dios como santo y glorioso, mientras despoja al hombre de su orgullo y auto-justicia y hace que incluso el hombre más justo de la tierra se postre en el polvo mientras proclama, “He aquí que yo soy vil, ¿qué te responderé? ¡ Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza!” (Job 40:4; 42:6).
Partiendo de una visión errada del yo y de Dios, también comencé a ver que la psicología Cristiana no dirige a las personas hacia el punto focal apropiado de glorificar a Dios y vivir para agradarle sin importar cuál sea el costo personal. Más bien, usa a Dios y a la Biblia para los fines egoístas de la felicidad y la paz interior. Los libros Cristianos de psicología y auto- ayuda siempre citan numerosas Escrituras y, a veces, incluso las exponen. Esto les da a estos libros una cierta capa de barniz que los hace sonar bíblicos. Pero el corazón de su enfoque es utilizar a Dios para hacer que uno se sienta feliz o realizado, en lugar de someterse a Dios para glorificarlo porque solamente El lo merece.
Se necesitó un tiempo, pero finalmente llegué a ver que este era el problema con los populares programas de los 12 Pasos que también han invadido la iglesia. Cuando estaba buscando alguna manera de ayudar a estas personas heridas en mi iglesia, alguien me dio una cinta de video y un manual de trabajo que se estaban utilizando en la floreciente Iglesia Evangélica Libre de Fullerton, donde pastorea Chuck Swindoll. Respetaba a Chuck y me había beneficiado de su ministerio de predicación, de modo que tenía la esperanza de usar el material.
Pero, a medida que lo examinaba me llenaba de inquietudes. Usaba citas de la Escritura con frecuencia, pero estaba entretejido con toda la palabrería ya familiar de la baja auto-estima.
Decía que la cura de nuestros problemas emocionales se realiza cuando aprendemos a enfocarnos en nosotros mismos, amarnos a nosotros mismos y edificar nuestra auto-estima, el cual es el ingrediente faltante en nuestras personalidades. Me di cuenta que los Programas de los 12 Pasos simplemente están utilizando a Dios (¡independientemente de cómo Ud. lo
conciba!) para producir auto-felicidad.
En contraste con la psicología Cristiana, Jesús declara que si quieres seguirle la primera cosa es negarte a ti mismo y tomar tu cruz cada día (Lucas 9:23). Los dos enfoques no se pueden mezclar. O te arrepientes del amor propio y el orgullo y mueres al yo para así vivir para la gloria de Dios y Su propósito, o tratas inútilmente de utilizar a Dios para impulsar tu propia
felicidad. Para seguir a Jesús el yo debe ser destronado constantemente.
Pablo y su terapeuta
3. La psicología Cristiana niega la suficiencia de Jesucristo y el poder del EspÌritu Santo.
Henry Cloud, en el libro antes mencionado, declara de manera rotunda, ìIntenté con las respuestas Cristianas “normales” conmigo mismo y con otros, y llegué a las mismas conclusiones a las que Job llegó: son “medicina inútil” (p. 17). Estas respuestas normales son decirle a la gente que están en pecado, que no tienen suficiente fe, que no pasan suficiente
tiempo en la Palabra o en momentos de quietud, o que son – de una manera u otra – responsables de su dolor (p. 16). En otras palabras, Jesucristo y el Espíritu Santo no son suficientes. Necesitas las perspectivas y descubrimientos de la psicología para lidiar con tus batallas emocionales.
Pero la Biblia dice con claridad que el Señor Jesucristo, el Señor viviente, es todo para el creyente. “Porque en Èl habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en Èl” (Col. 2:9, 10). Además, El no nos ha dejado solos, sino que nos ha dado libremente Su Espíritu Santo para que habite en nosotros y nos llene de poder. Si caminamos
por el Espíritu, no satisfaremos los deseos de la carne y Su fruto – amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio – será la característica de nuestras vidas (G·l. 5:16, 22, 23). Sostengo que estas cualidades describen a una persona psicológicamente madura e íntegra. Siendo lo que son – un fruto – se requiere tiempo para que
estas cualidades se desarrollen. No se alcanzan sin esfuerzo y lucha. Pero la Biblia no dice que estas cualidades estén disponibles para cualquiera que provenga de lo que llamamos un trasfondo normal, ¡pero que aquellos que provienen de hogares disfuncionales tendrán que esperar que la psicoterapia haga su aparición para lograr alcanzarlas! Ella promete este fruto a todo creyente que camine dependiendo del Espíritu Santo.
No estoy sugiriendo que, para el creyente, la vida sea tranquila y facil, en la que nunca somos rechazados, o que nunca batallamos con sentimientos como la desesperación, la depresión, la ansiedad o el temor. La Biblia nos muestra a hombres y mujeres piadosos quienes lidiaron con emociones abrumadoras mientras pasaban por pruebas terribles. Pablo mismo dijo
que se hallaba cargado de manera tan excesiva que perdió la esperanza incluso de vivir. ¿Pero se fue a visitar a su terapeuta para aprender como sentirse mejor consigo mismo? No, él dice que el punto de su tremenda prueba fue para que “no estuviésemos confiados en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Cor. 1:8, 9).
Afirmo que uno de los principales propósitos de las pruebas es enseñarnos esa misma lección, a no confiar en nosotros, sino a confiar aún más plenamente en la total suficiencia de nuestro Señor Jesucristo. A veces las pruebas también nos enseñan que nos necesitamos los unos a los otros en el cuerpo, a llevar las cargas unos de otros. Así que, cuando hablo de la total
suficiencia de Cristo, no estoy excluyendo la necesidad de que nuestros compañeros creyentes nos escuchen, protejan y aconsejen. Pero debemos ayudarnos los unos a los otros a apropiarnos de Cristo, no de las últimas técnicas de la psicoterapia enfocada en uno mismo.
La Biblia estaba bien para mi abuelita
4. La psicología Cristiana socava la suficiencia y autoridad de la Palabra de Dios.
Por supuesto que esto se relaciona con la suficiencia de Cristo y el Espíritu Santo. Pero se extiende a toda la Escritura. La psicología Cristiana nos dice que la Palabra está bien, en tanto se quede allí, pero que no trata con todos los problemas complejos que enfrentamos en estos días. La Biblia está bien para tratar con los asuntos espirituales de la salvación, pero cuando se trata de lidiar con los problemas emocionales necesitas un terapeuta entrenado.
Por ejemplo, la revista Christianity Today (Cristianismo Hoy) [2/10/92, p. 28] afirmó con gran pompa, “Mito: Un pastor es competente para aconsejar a sus feligreses. Hechos: La mayoría de los pastores están armados apenas con un precario conocimiento de las terapias conductuales. El llamado del pastor es, fundamentalmente, un llamado espiritual, ayudar a la
gente a encontrar fortaleza en la presencia de Dios y un sentido de dirección divina en medio de la dificultad. El ajuste psicológico es un asunto diferente, y cuando requiere una atención seria, los pastores deberían encontrar maneras de asociarse con consejeros y terapeutas profesionales”.
Lamentablemente, incluso R. C. Sproul, cuya enseñanza generalmente aprecio, participa de la visión de que la Escritura no es suficiente para el creyente. En su revista “Tabletalk” [2/94], publicó un artículo escrito por John Coe de la Escuela de Psicología Rosemead. Coe desarrolla el argumento de que la Escritura es solo parte de la revelación de Dios. Acude a Tomás de Aquino a que testifique que Dios no solamente nos habla a través de la Palabra, sino también en la naturaleza. Coe afirma, “Solo cuando todas las formas de revelación sean tomadas juntas podemos hablar de la suficiencia de la revelación”. El dice que “la Biblia provee la interpretación divina de los aspectos de la historia y la naturaleza. Pero ella sola es insuficiente” Afirma que el autor de Eclesiastés “está consciente tanto de la insuficiencia de la Biblia sola lo mismo que de la sabidurÌa natural sola”.
Coe está tratando de establecer el punto de que necesitamos la sabiduría obtenida a través de la psicología para complementar la Escritura, porque “toda verdad es la verdad de Dios”. “La Biblia no nos dice todo lo que necesitamos saber con respecto a la medicina o las matemáticas. De la misma manera es tonto ignorar la “sabidurÌa” de la psicología moderna”.
Pero estos argumentos son falaces y perjudiciales para la autoridad de la Escritura. El punto real es, ¿cómo determinamos qué es la verdad, especialmente en el ámbito psicológico? La psicología se inmiscuye en asuntos tratados con total claridad en la Biblia: la ira, la lujuria (adicción sexual), la amargura, la ansiedad, el lenguaje abusivo, la depresión y muchas otras
áreas. Toda la Biblia expresa el propósito de ayudarnos a tener relaciones saludables (“ama a tu prójimo”). La Biblia habla de algunos asuntos médicos, pero ése no es su punto focal. Pero nos dice con claridad como tratar con los mismos problemas que la psicología pretende ayudarnos a resolver. Y la psicología siempre toma una aproximación diferente al de la Escritura debido a que se enfoca en el yo y no se interesa por agradar a Dios. Además, es engañoso asumir que la psicología es una ciencia a la par de la medicina moderna. Literalmente existen cientos de psicoterapias que disputan entre sí y que no tienen ninguna validez científicamente establecida.
Si hay “verdades” psicológicas, entonces se alinearán con la Escritura, en cuyo caso la psicología está de más.
Una de las cosas que me impacta al leer a Calvino es que fue capaz de soltarse de las amarras de la influencia monolítica del Catolicismo Romano únicamente con la Escritura.
Debido a que se empapó de la Palabra Calvino vivió una vida piadosa a pesar de una constante enfermedad corporal y de una intensa oposición a su enseñanza. Su examen universal para todo fue, ¿Qué dice la Escritura? Como pastor, ayudó a su gente a lidiar con todas las pruebas de la época predicando y aconsejando estrictamente a partir de la Palabra de Dios. La Biblia afirma que ella equipará al hombre de Dios para toda buena obra. Una persona afectada psicológica o emocionalmente no se halla equipada de esta manera. Las preciosas y magníficas promesas de Dios, junto con Su divino poder, nos otorgan todo lo que pertenece a la vida y a la piedad (2 Ped. 1:3, 4). ¿Qué más necesitamos para enfrentar los problemas de la vida? ¡Ciertamente no la psicología mundana!
Yo no soy el culpable, fue mi padre
5. La psicología Cristiana minimiza la visión bíblica del pecado y la responsabilidad personal.
Si ha leído parte de la literatura de la psicología Cristiana popular entonces no necesitaré probarle que el movimiento de la psicología Cristiana minimiza grandemente la visión bíblica del pecado y la responsabilidad personal. El movimiento usa de manera consistente una terminología médica que implica que la persona no es responsable de sus problemas. El es un
“adicto sexual”, no alguien esclavizado por la lujuria. Es un alcohólico, no un borracho. Se halla en recuperación, no en arrepentimiento. Un manual de trabajo llamado, “Los Doce Pasos para Cristianos”, usado por la anterior iglesia de Chuck Swindoll en Fullerton, declara, “Para los Cristianos que sufren de una enfermedad adictiva, o que son producto de
una familia con rasgos adictivos, los mensajes de juicio por parte de la Iglesia pueden ser especialmente problemáticos. Pueden impedir que una persona busque su recuperación…
A medida que llegamos a estar dispuestos a admitir nuestra disfunción, ante nosotros mismos y ante otros en recuperación, veremos que este proceso representa una oportunidad de sanidad y es altamente gratificante…” Continúa diciéndonos que necesitamos “reconocer, e incluso hacernos amigos de nuestra naturaleza negativa o reprimida”. Aprenderemos a “aceptar nuestras tendencias no deseadas tales como la ira, la conducta sexual inapropiada, la hostilidad o la agresión”.
¿Notó usted que no hubo ninguna mención del pecado, la corrupción, el arrepentimiento, o del favor inmerecido de Dios?
Algunas páginas más adelante el manual enumera algunas señales clave en el proceso de recuperación. Una es que “generalmente nos aprobamos a nosotros mismos”. Otra afirma que “nos estamos recuperando por amarnos y enfocarnos en
nosotros mismos”. ìNos sentimos cómodos levantándonos a nosotros mismos cuando es apropiado!. ìAmamos a la gente que se ama y que se cuida a sí misma!. ìTenemos una autoestima saludable!.
Podría seguir citando ejemplos del lenguaje psicologizante que ha inundado la iglesia. Este simplemente se hace eco del actual énfasis cultural en la victimización y la auto-aceptación, no importa de qué manera tan terrible una persona haya pecado.
En agudo contraste, Calvino es refrescantemente humilde al clasificarse a sí mismo y a todos los creyentes como pecadores. En su gran capítulo sobre el arrepentimiento, él declara, “Por eso yo pienso que ha adelantado mucho el que ha aprendido a sentirse insatisfecho de sí mismo; no para permanecer ahí estacionado sin pasar adelante, sino más bien para darse más prisa y suspirar más por Dios, a fin de que injertado en la muerte y en la vida de Cristo se ejercite en un arrepentimiento perpetuo”.
En su capítulo sobre la “Auto-negación” (3.7.4); (usted no encontrará ningún tratamiento bíblico de la auto-negación en los libros de psicología Cristiana) Calvino escribe con mucha perspicacia de nuestra naturaleza pecaminosa:
“Porque todos nosotros somos tan ciegos y tan embebidos estamos en el amor de nosotros mismos, que no hay hombre alguno al que no le parezca tener toda la razón del mundo para ensalzarse sobre los demás y menospreciarlos respecto a sí
mismo. Si Dios nos ha enriquecido con algún don estimable, al momento nuestro corazón se llena de soberbia, y nos hinchamos hasta reventar de orgullo. Los vicios de que estamos llenos los encubrimos con toda diligencia, para que los otros no los conozcan, y hacemos entender adulándonos, que nuestros defectos son insignificantes y ligeros; e incluso muchas veces los tenemos por virtudes. Mas, si vemos estos dones en otros, o incluso mayores, al vernos forzados a reconocer que
nos superan y que hemos de confesar su ventana, los oscurecemos y rebajamos cuanto podemos. Por el contrario, si vemos algún vicio en los demás, no nos contentamos con observarlo con severidad, sino que odiosamente lo aumentamos.
De ahí nace esa arrogancia en virtud de la cual cada uno de nosotros, como si estuviese exento de la condición común y de la ley a la que todos estamos sujetos, quiere ser tenido en más que los otros, y sin exceptuar a ninguno, menosprecia a todo el mundo y de nadie hace caso, como si todos fuesen inferiores a él… pero no hay nadie que en su interior no tenga una cierta opinión de que excede a los demás”.
Si no me estuviera sintiendo bien, querría que el doctor me dijera la verdad respecto a mi condición. Puede que me abrace y que me diga que soy el tipo más maravilloso del mundo. Puede que me asegure que mi problema es de tipo menor y que me diga que debería ignorar como me siento y decirme a mí mismo cuán genial soy. Pero si tengo un cancer, todos sus abrazos y su charla de afirmación son totalmente inútiles. Necesito hacerle frente a la dura verdad respecto a mi condición. Solamente entonces habrá alguna esperanza de que tome las medicinas necesaria para mi curación, no importa cuán dolorosas y cansadas puedan ser, para mejorarme.
No les hacemos ningún favor a los pecadores al pasarle una capa de barniz a la naturaleza tan seria y penetrante de su orgullo, lujuria, avaricia, celos y auto-centrismo. Ayudamos verdaderamente a los pecadores cuando con amor, pero con honestidad, les ayudamos a ver la verdad tal y como se revela en la Palabra de Dios. Mientras más se acerque alguien a la luz
inaccesible de la santa presencia de Dios, más mira la contaminación del pecado en su propio corazón. Si verdaderamente conoce a Cristo como su Salvador del pecado, odiará el pecado que mire en su interior, hará los esfuerzos debidos para desarraigarlo, y con gratitud se apropiará de la gracia abundante y del perdón de Dios.
Conclusión
Puede ser que algunos de ustedes estén pensando, “¿No estás siendo un poco extremista?, ¿No estás desechando al bebé junto con el agua que se ha usado para bañarlo? ¿No hay algún beneficio que pueda obtenerse de la psicología?”
¡No mucho! Puede que haya algunas observaciones útiles de la misma manera que Selecciones del Reader’s Digest ofrece algunas observaciones interesantes de vez en cuando.
Pero la psicología no ofrece nada necesario para la vida y la piedad y de lo cual carezca la Biblia. Si algún problema se debe a una disfunción orgánica o química en el cerebro, la persona puede necesitar una solución médica (aunque insto con insistencia a tener mucha precaución con respecto al uso de drogas psiquiátricas.) Pero en términos del ofrecimiento de
soluciones a los problemas emocionales y relacionales que enfrentamos, la psicología no tiene nada que ofrecerle al creyente, y tiene mucho con lo cual engañar y confundir.
Por miles de años la Biblia ha sido adecuada para equipar a los santos para pasar por la tragedia, para enfrentar la persecución e incluso el martirio.
¿Por qué somos tan insistentes en darle la espalda a nuestro Señor todo suficiente, la fuente de aguas vivas, para cavarnos cisternas para nosotros mismos, cisternas rotas que no retienen agua (Jer. 2:13)? No necesitamos la psicología. Necesitamos al Señor y Su Palabra.
© Steven J. Cole, 1998 (El autor ha otorgado el permiso para publicar este artículo)
Traducción de Donald Herrera Terán, para http://www.contra-mundum.org
Originally posted 2021-05-17 11:50:23.
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