La posición más alta a la que puede aspirar una mujer en Cristo no es la destacada en la iglesia, ni la mejor cantante ni la más activa ni la líder al frente de una congregación, sino que es la que la pone a los pies de de su Salvador en sumisión a su voluntad,
La posición más alta a la que puede aspirar una mujer en Cristo no es la destacada en la iglesia, ni la mejor cantante ni la más activa ni la líder al frente de una congregación, sino que es la que la pone a los pies de de su Salvador en sumisión a su voluntad, aceptando voluntariamente la posición en la que Él la ha colocado.
El “feminismo evangélico” comienza cuando las mujeres cristianas buscan prominencia y notoriedad realizando tareas para las que Dios no las diseñó.
Estas mujeres quieren ser como Ester, Débora y Hulda, pero cuando se trata de ser como María, Isabel, Ana o Jocabed, no muestran el mismo entusiasmo o admiración.
María, Isabel, Ana y Jocabed no eran mujeres con gran protagonismo en cuanto a posición se refiere. Representaron la figura clara de la mujer sencilla que es también esposa, madre y ama de casa corriente, algo que gran parte de las mujeres cristianas actuales no quieren ser.
Porque para mí, el ejemplo de mujeres como María, Ana, Isabel y Jocabed se encuentran entre los mejores ejemplos de virtud y sumisión a la voluntad de Dios. No fueron jueces, ni reinas ni profetisas, pero según las Escrituras, fueron estas mujeres quienes dieron a luz a los hombres más destacados en la fe, entre ellos uno de ellos, el SEÑOR JESUCRISTO, NUESTRO SALVADOR.
—Ruth M. Campos
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Originally posted 2024-02-24 16:09:12.
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