PASTORES MACHISTAS y ESPOSOS “CRISTIANOS” ABUSADORES

PASTORES MACHISTAS y ESPOSOS “CRISTIANOS” ABUSADORES

Hace algunos años recibí en la iglesia que pastoreaba a una familia numerosa, procedente de otra zona de la Ciudad. Al pasar las semanas pude apreciar que la esposa se mostraba retraída, molesta e incómoda durante las actividades de la iglesia. La abordé y le pregunté la razón de su malestar. Su razón fue breve,

Hace algunos años recibí en la iglesia que pastoreaba a una familia numerosa, procedente de otra zona de la Ciudad. Al pasar las semanas pude apreciar que la esposa se mostraba retraída, molesta e incómoda durante las actividades de la iglesia. La abordé y le pregunté la razón de su malestar. Su razón fue breve, contundente: Juan me pega para que venga a la iglesia. Cuando encaré al marido y le reclamé el que golpeara a su esposa me contestó: El pastor que me bautizó me dijo que yo debía obligar a mi esposa a que asistiera a la iglesia; que si era necesario golpearla para que entendiera, lo hiciera, porque así estaría yo ayudando para que ella fuera salva.

Fui invitado a compartir la Palabra en un desayuno de parejas. Al terminar mi participación, el Pastor de esa iglesia pidió a un hombre que estaba sentado en la misma mesa que nosotros, que tuviera una palabra de bendición para las familias ahí representadas. Pude observar el inmediato malestar reflejado en el rostro de la esposa de tal hombre; la verdad es que no oré y mejor la observé con atención. Había amargura, coraje y desesperanza en su mirada. Al terminar la reunión se acercó a mí y me pidió que habláramos. Me contó que desde el inicio de su matrimonio su marido había sido sistemáticamente infiel. Le pregunté si el Pastor estaba enterado de ello y me dijo que sí, pero que cada vez que ella buscaba el consejo y la pastoral, se le recomendaba que comprendiera a su marido, que fuera paciente y lo ayudara, pues alguna razón tenía él para actuar de la manera en que lo hacía.

Recientemente conocí del caso de una mujer quien, habiendo descubierto que su marido tiene otra familia, buscó la intervención de su Pastor. Este no solo no quiso hablar con el marido, también le prohibió a ella que le reclamara a su esposo por su conducta; le advirtió que debía seguir estando sometida a él pues, a pesar de sus errores, él seguía siendo la autoridad espiritual de ella y de su familia. La previno advirtiéndole que si ella denunciaba públicamente a su marido, o si iniciaba cualquier intento de separación, no contaría más con la bendición de Dios pues, le aseguró, al quedar fuera de la autoridad de su esposo, quedaría automáticamente fuera de la cobertura divina.

Si bien no todos los pastores reaccionan de maneras similares a las aquí mencionadas ante el abuso que sufren las mujeres a manos de sus esposos, sí tenemos que reconocer lamentablemente que muchos, quizá la mayoría de los pastores, terminan poniéndose del lado de los esposos abusadores cuando estos son denunciados por sus mujeres. En no pocos casos, son las mujeres abusadas quienes sufren el castigo pastoral y quienes resienten las presiones de la congregación que ha aprendido a no aceptar, ni a hablar de la violencia intrafamiliar que se da a su interior.

Desde luego, el de la violencia intrafamiliar, como hemos dicho, es un asunto complejo y multifactorial. La manifestación de tal fenómeno en los ambientes fuertemente religiosos se complica más en tanto que se explica y justifica con argumentos espirituales. Una mujer me decía: Por años intenté defenderme del abuso de mi marido. Pero, cuando nos hicimos cristianos, y él me mostraba que la Biblia enseña que yo debía obedecerle en todo, tuve que aguantarme ante su maltrato, pues, ¿cómo poder ir contra lo que Dios ha establecido? — ¿De veras la Biblia enseña que los hombres tenemos el derecho y hasta la obligación de disciplinar a nuestras mueres, aún al extremo de la violencia física? ¿De veras tienen razón los pastores que se ponen del lado de los maridos abusadores y exigen que las mujeres lastimadas se sigan sometiendo incondicionalmente a sus maridos?

La respuesta para tales interrogantes y otras semejantes a estas, es una, simple y categórica: No, ni la Biblia enseña que los hombres tienen el derecho de abusar de sus mujeres; ni tienen razón los pastores, ni otros líderes espirituales, que justifican a los abusadores y lastiman aún más a las mujeres lastimadas.

La Biblia enseña, en efecto, que las esposas deben estar sujetas a sus maridos. Tal es la enseñanza paulina en Efesios 5.22ss, por ejemplo. Pero, cualquier estudioso de la Biblia, sabe que tal admonición bíblica empieza en el verso 21 del mismo capítulo, cuando la Palabra de Dios ordena: Someteos unos a otros en el temor de Dios. Es decir, la mujer se somete a su marido, cierto; pero, también el marido debe someterse a su mujer. Desde luego, quienes leen la Biblia con anteojos machistas sólo destacan lo que conviene a su condición de machos. Terminan haciendo lecturas parcializadas y descontextualizadas; ejercicio que termina en una temeraria manipulación del texto bíblico a favor de sus propios intereses.

¿Qué es lo que las mujeres abusadas o en riesgo de serlo, deben hacer ante tal aproximación machista a los textos bíblicos? Primero, y aunque parezca una contradictoria ofensa a las mujeres que me escuchan o leen, debo pedirles que aprendan y se decidan a pensar por sí mismas. Que no compren lo que los hombres, sus esposos y pastores, les dicen, sin asegurarse que tales enseñanzas tienen un real sustento bíblico. Para ello, las mujeres deben convertirse en cuidadosas lectoras de la Biblia y en dedicadas estudiantes de la misma. Para tal tarea, cuentan con la inspiración del mismo Espíritu Santo que guía a los hombres sinceros y obedientes a la Palabra.

En segundo lugar, conviene que las mujeres hagan un inventario de los recursos con los que cuentan para enfrentar las situaciones de abuso que las oprimen. Espirituales, intelectuales, económicos, familiares y, aún, los recursos legales a su disposición. Y, siguiendo la instrucción de nuestro Señor, antes de tomar cualquier decisión, antes de empezar a construir su torre o de salir a la guerra, deben considerar si están dispuestas a perseverar hasta la victoria en el proceso de su liberación integral. De su propio éxodo, que no sólo consistió en salir de Egipto, sino en llegar a la Tierra Prometida. No empiecen lo que no están dispuestas a hacer hasta el final, y de la manera correcta. Porque, quienes empiezan y luego vuelven atrás, terminan fortaleciendo aún más las ataduras en manos de sus maridos.

Y, finalmente, ante la actitud de los líderes espirituales que actúan bajo prejuicios machistas, conviene, primero, que las mujeres distingan entre ellos y Dios. Cosa difícil, pero necesaria. La decepción que sientan ante los errores de sus pastores no tiene que llevarlas a alejarse, ni a decepcionarse, de Dios mismo. Deben saber que Dios está del lado de quienes sufren opresión y violencia, se trate de los pobres, de los huérfanos… y de las mujeres que no son tratadas como vasos frágiles por sus maridos. Además, como lo hiciera nuestro Señor ante el alguacil que lo golpeaba injustamente, las mujeres que sufren de la incomprensión pastoral deben estar dispuestas a encarar a sus pastores y pedirles que actúen con fidelidad y lealtad a la Palabra de Dios. Con caridad y firmeza, las mujeres que sufren abuso pueden convertirse en agentes de cambio que contribuyan a la sanación del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, que por ahora está siendo dañado por tanta violencia en contra de las mujeres que forman parte de la misma.

Es tiempo de que la Iglesia de Cristo se detenga para que, en oración y con un espíritu humilde, se dedique al estudio de la Palabra de Dios a la luz de tantos males que le aquejan, entre ellos el del estado deplorable de muchos de sus matrimonios. De ahí mi invitación a mis compañeros pastores y demás líderes espirituales para que corramos el riesgo de acercarnos, desde una perspectiva diferente, a los pasajes bíblicos que habiendo siendo tan mal entendidos y tan mal enseñados, causan tanto dolor a aquellos por quienes Cristo se entregó, para que tuvieran vida en abundancia y gozaran la paz que es fruto de la justicia.

FUENTE: vidaypalabra.com

Creo que ante la presencia de violencia psicológica y física estas hermanas debieran salir del anonimato y denunciar como a cualquier persona ante las autoridades estos hechos de violencia, lamentablemente muchos pastores tergiversando las escrituras, son cómplices del silencio de estos abusadores, por miedo a que se le vayan los miembros de la congregación, usan el chantaje y la coacción.

Mujeres cristianas, si su marido le golpea y su pastor le dice que sólo ore y no lo denuncie, no le haga caso denuncie al marido y al pastor.
Déjelo, abandone a ese hombre….. tenga valor…. ámese…. deje de ser victima…..
Tenga entereza y deje el miedo…. la Biblia nos dice que Jehová nos ha dado un espíritu de valentía…. no de temor…. es hora de actuar…. de irse….. sálvate…. nadie lo hará por ti.

Originally posted 2023-01-18 11:21:10.

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