Robert Morris, fundador de una megaiglesia Texas pasará 6 meses en la cárcel por abuso infantil

por Alejandro Villegas
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Robert Morris, fundador de la megaiglesia Gateway Church en Texas, finalmente se declaró culpable de abusar sexualmente de una niña en la década de 1980. La noticia estremeció no solo al mundo religioso estadounidense, sino también a muchos creyentes que alguna vez admiraron su ministerio. Detrás del carisma del predicador se escondía una historia de abuso y silencio.

El jueves, en un tribunal de Oklahoma, Morris —hoy de 64 años— admitió su culpabilidad en cinco cargos de actos lascivos e indecentes contra una menor. Según la fiscalía, el abuso comenzó en diciembre de 1982, cuando visitaba a la familia de Cindy Clemishire, una niña de 12 años en Hominy, Oklahoma. Los abusos se extendieron durante cuatro años.

La justicia determinó una sentencia suspendida de 10 años, con seis meses efectivos de cárcel en el condado de Osage. Además, deberá registrarse como delincuente sexual y pagar 250 mil dólares en restitución a la víctima. Un castigo que muchos han calificado como leve para el daño causado.

Clemishire, hoy una mujer de 55 años, se presentó ante el tribunal y habló con valentía:
“Que quede claro: una niña de 12 años no puede dar su consentimiento. No tuvimos una relación, fue un delito”. Luego añadió: “Hoy se ha hecho justicia. Espero que mi historia ayude a otras víctimas a superar la vergüenza y a alzar la voz”.

El caso de Morris no es un hecho aislado. Revela una herida profunda en el corazón de las iglesias modernas: el abuso encubierto tras figuras de autoridad espiritual. Durante décadas, líderes carismáticos han manipulado la fe para obtener poder, dinero o placer, amparados en estructuras que priorizan la reputación por encima de la verdad.

Gateway Church, fundada por Morris en el año 2000, llegó a reunir más de 100 mil asistentes en diez campus. Pero tras las acusaciones, la congregación enfrenta una crisis de confianza y donaciones en descenso. El daño moral, sin embargo, va mucho más allá de lo económico: es un golpe a la credibilidad del liderazgo evangélico.

Lo más grave es que Morris no solo fue un pastor influyente, sino también asesor espiritual del expresidente Donald Trump. En 2020, el propio Trump lo elogió públicamente como “una gran persona con una gran reputación”. Hoy, ese elogio resuena con un eco amargo.

El fiscal general de Oklahoma, Gentner Drummond, fue contundente: “No se puede tolerar el abuso sexual de menores. Este caso es especialmente repugnante porque el agresor era un pastor que traicionó la confianza depositada en él”.

El representante estatal Jeff Leach, presente en la audiencia, expresó: “Hoy vi a una heroína de la vida real enfrentarse a su abusador. Cindy Clemishire es libre; él no lo será jamás”.

Este caso debe mover a reflexión a todas las iglesias: el abuso espiritual y sexual no se combate con silencio ni con discursos de perdón sin justicia. La verdadera restauración comienza con la verdad, el arrepentimiento genuino y la rendición de cuentas.

Porque cuando quienes predican el evangelio se convierten en agresores, el nombre de Dios es blasfemado entre los pueblos. Y es allí donde la fe debe responder, no con complicidad, sino con integridad y verdad.

Con información de AP, NBC News y CBS News.

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