De la pluma de Charles Spurgeon:Cualquiera sea tu necesidad especial, enseguida podrás hallar en la Biblia una promesa que la supla. ¿Te sientes débil y cansado porque tu camino es difícil? Aquí tienes una promesa: «Él fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil» (Isaías 40:29). Entonces, cuando lees esta promesa, llévasela al que
De la pluma de Charles Spurgeon:
Cualquiera sea tu necesidad especial, enseguida podrás hallar en la Biblia una promesa que la supla. ¿Te sientes débil y cansado porque tu camino es difícil? Aquí tienes una promesa: «Él fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil» (Isaías 40:29). Entonces, cuando lees esta promesa, llévasela al que la hizo y pídele que cumpla su palabra.
¿Andas buscando a Cristo, sediento de tener una comunión más íntima con él? Pues esta promesa brillará como una estrella sobre ti:
«Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados» (Mateo 5:6).
Lleva continuamente esa promesa ante el trono y no pidas otra cosa. Tan solo preséntate ante Dios con esto: «Y ahora, SEÑOR y Dios, reafirma para siempre la promesa que les has hecho a tu siervo y a su dinastía. Cumple tu palabra» (2 Samuel 7:25).
¿Te encuentras agobiado por el pecado en tu vida y por la pesada carga de tus iniquidades? Entonces, presta atención a estas palabras:
«Yo soy el que por amor a mí mismo borra tus transgresiones y no se acuerda más de tus pecados» (Isaías 43:25). Como no hay ningún mérito personal por el que puedas rogar su perdón, reclama sus pactos escritos y él los cumplirá.
¿Temes que no seas capaz de soportar el fin habiendo creído ser un hijo de Dios? ¿Te asusta que aunque eres un hijo de Dios, al final te veas marginado? Si esto es lo que te atemoriza, entonces toma esta palabra de gracia y preséntala en un ruego ante su trono: «Aunque cambien de lugar las montañas y se tambaleen las colinas, no cambiará mi fiel amor por ti ni vacilará mi pacto de paz» (Isaías 54:10).
Si has perdido la dulce sensación de la presencia del Salvador y lo estás buscando con un corazón afligido, recuerda estas promesas:
«Vuélvanse a mí, y yo me volveré a ustedes» (Malaquías 3:7); y «Te abandoné por un instante, pero con profunda compasión volveré aunirme contigo» (Isaías 54:7).
No importa cuáles sean tus temores o tus anhelos, permite que tu fe se deleite en las palabras de Dios. Luego regresa al banco de la fe con un cheque firmado por la mano de tu Padre y dile: «Acuérdate de la palabra que diste a este siervo tuyo, palabra con la que me infundiste esperanza».
De la pluma de Jim Reimann:
A veces puede parecer un poco pretencioso de nuestra parte presentarnos ante el trono de Dios y decirle, como lo hizo el rey David: «Cumple tu palabra». Suena impertinente aun en labios de un rey, ¿no es verdad? ¡Y quizás hasta también sea abusivo de nuestra parte!
Sin embargo, es exactamente lo que el Señor quiere que hagamos. Su Palabra declara: «No tienen, porque no piden» (Santiago 4:2-3);
«Pídeme, y como herencia te entregaré las naciones; ¡tuyos serán los confines de la tierra!» (Salmo 2:8); y «No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre» (Juan 15:16).
Te agradezco, Padre, porque no eres solo un Dios que hace promesas sino también un Dios que las cumple.
“Vuelvan a Mí” Devocional 365.
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