EL HACER TU VOLUNTAD

EL HACER TU VOLUNTAD
https://www.escuelabiblica.com/estudios-biblicos-1.php?id=323Ernestro Trenchard

LA MISIÓN DEL HIJO En el salmo, cuando el siervo se pone a la disposición de Dios, expresa, además, el deleite que siente al hacer su voluntad: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado” (Sal 40:6-7). En la cita de nuestra porción se destaca no sólo el deleite que siente, sino el firme propósito

LA MISIÓN DEL HIJO

En el salmo, cuando el siervo se pone a la disposición de Dios, expresa, además, el deleite que siente al hacer su voluntad: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado” (Sal 40:6-7). En la cita de nuestra porción se destaca no sólo el deleite que siente, sino el firme propósito de cumplir la voluntad divina, pues para eso se presenta: “Heme aquí venido PARA hacer tu voluntad”. No sólo se goza en los designios del Padre, sino que se apresta a cumplirlos por medio del maravilloso instrumento del “cuerpo” preparado. La frase “Heme aquí” (He 10:9), la que se halla en los labios de un siervo obediente al ponerse a la disposición de su amo, y se asemeja a la respuesta común de una criada al oír el llamamiento de su señora: “¡Mande usted!”

Para aclarar otra frase que podría presentar alguna dificultad, debiéramos notar que cuando el salmista dice: “He aquí vengo, en el rollo del libro está escrito de mí: el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado”, no se trata de ninguna cita específica que contenga tales palabras, que no se pueden hallar en los escritos anteriores, sino del sentido íntimo e interno de la ley, que el siervo de Dios, por la iluminación del Espíritu, había llegado a comprender, sabiendo ya que lo que a Dios le agradaba era la voluntad presta y el servicio del amor, tal como se simbolizaba en el caso del siervo hebreo al quedarse en la casa de su amo.

Es un caso notable de una serie de enseñanzas en el Antiguo Testamento por siervos de Dios que habían llegado a comprender que lo importante de las ordenanzas de la ley ceremonial era su sentido interno y espiritual, y que “el obedecer es mejor que los sacrificios”, no sirviendo para nada los actos rituales si no expresaban el deseo del corazón de conocer y seguir al Señor (1 S 15:22) (Is 1:11-18) (Jer 6:20) (Mi 6:6-8). Desde luego, los sacrificios levíticos no eran malos en sí, pues a todas luces Dios mismo los había ordenado para los efectos que hemos venido considerando, pero si los israelitas los presentaban de una forma rutinaria, creyendo que así “granjeaban méritos”, entonces, lejos de ayudar a las almas a proseguir en el camino de la bendición celestial, llegaban a ser un estorbo.

Notamos que la cita se introduce por las palabras: “Por lo cual, entrando en el mundo, dice…”. La forma de la dedicación del Siervo es la siguiente: “Heme aquí, venido para hacer tu voluntad…”. Algunos han querido aplicar estas frases al momento de la encarnación, o a algún tiempo anterior o posterior a ella, pero creemos que lo más acertado es no procurar determinar el momento de la declaración, sino entenderla más bien como la expresión de la actitud constante del Hijo en relación con su venida al mundo para el cumplimiento de su misión entre los hombres.

Hay una estrecha analogía espiritual entre el sentido íntimo de la dedicación y los versículos que introducen la escena del lavatorio de los pies de los discípulos en (Jn 13:1-5): un acto que simbolizó todo el servicio del Maestro a favor de los suyos. El Siervo actúa en el pleno conocimiento de su alta dignidad, pero, al mismo tiempo, su gracia infinita le lleva a un servicio que no conoce límites ni condiciones; una vez cumplida la misión, sin embargo, vuelve triunfante a quien le envió. “Sabiendo que había llegado su hora para que pasase de este mundo… ?escribe Juan?, y sabiendo que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos, y que había venido de Dios y a Dios iba…, tomando una toalla, se la ciñó…” (Jn 13:1,4), y así procedió a cumplir la humilde tarea de un esclavo que ellos habían despreciado. Vemos al creador de todo presentándose como instrumento único y enteramente rendido a la voluntad de Dios para restaurar lo perdido; no reserva nada ni pone condiciones, y su bendita entrega, por medio del cuerpo preparado, hace posible la santificación de un nuevo pueblo espiritual y la preparación de un Reino eterno donde la voluntad de Dios no conocerá estorbo ni contradicción.

Todo el intento del “rollo del libro”, o sea, de los santos oráculos de Dios, es hacer ver a los hombres que han de volver a la obediencia de su legítimo Señor por medio de la obra de aquel que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.

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