Los “vende humo” del FALSO evangelio de la prosperidad

Los “vende humo” del FALSO evangelio de la prosperidad

Muchos fieles caen en las redes del evangelio de la prosperidad porque viven conforme al pensamiento mágico, esa creencia irracional que asocia deseos, palabras o rituales con resultados inmediatos, sin esfuerzo ni sacrificio. Este tipo de pensamiento es terreno fértil para los predicadores de la prosperidad, quienes prometen riquezas materiales, salud perfecta y éxito ilimitado

Muchos fieles caen en las redes del evangelio de la prosperidad porque viven conforme al pensamiento mágico, esa creencia irracional que asocia deseos, palabras o rituales con resultados inmediatos, sin esfuerzo ni sacrificio. Este tipo de pensamiento es terreno fértil para los predicadores de la prosperidad, quienes prometen riquezas materiales, salud perfecta y éxito ilimitado a cambio de fe ciega y generosas ofrendas.

Estos líderes utilizan frases motivadoras y versículos bíblicos descontextualizados para justificar la idea de que la fe y las donaciones actúan como llaves mágicas para abrir las puertas de la abundancia. Enseñan que la riqueza es un signo del favor divino, mientras que la pobreza indica falta de fe o pecado. Este mensaje contrasta profundamente con la enseñanza de Jesús sobre la humildad, el desprendimiento y la dependencia total en Dios.

La Escritura ofrece una clara refutación a esta ideología. Jesús advierte: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde ladrones entran y roban; sino haceos tesoros en el cielo” (Mateo 6:19-21). Pablo reafirma: “El amor al dinero es la raíz de todos los males; y algunos, por codiciarlo, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores” (1 Timoteo 6:10).

Estas palabras nos recuerdan que la verdadera bendición no se mide en bienes materiales, sino en la relación con Dios.

David W. Jones y Russell S. Woodbridge, en “Salud, Riqueza y Felicidad: ¿Ha Oscurecido el Evangelio de la Prosperidad el Evangelio de Cristo?” (2011), analizan cómo esta corriente contradice las enseñanzas de Cristo sobre el sufrimiento y las bendiciones espirituales. John Piper, en “Deseando a Dios” (1986), enfatiza que la vida cristiana no consiste en acumular riquezas, sino en glorificar a Dios, sea en la abundancia o en la necesidad.

Predicadores como Joel Osteen, Kenneth Copeland y Benny Hinn son ejemplos de esta corriente. Con mensajes centrados en la autorrealización, el pensamiento positivo y la promesa de multiplicar ofrendas económicas, atraen a millones de seguidores. Mientras tanto, sus vidas llenas de lujos, mansiones y aviones privados contrastan con la precariedad que enfrentan muchos de sus seguidores.

El daño que causa esta enseñanza es profundo. Genera desilusión espiritual en aquellos que no obtienen las riquezas prometidas, haciéndolos sentir abandonados por Dios. Además, desvía el enfoque del Evangelio, promoviendo un materialismo vacío que contradice el llamado de Cristo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 16:24).

El evangelio de la prosperidad es una distorsión que esclaviza a las personas en una búsqueda vana de riquezas terrenales. Dietrich Bonhoeffer, en “El costo del discipulado” (1937), expresó con claridad: “La gracia barata es la predicación del perdón sin arrepentimiento, el bautismo sin disciplina, la comunión sin confesión. La gracia costosa es el evangelio que debe buscarse una y otra vez, el regalo que debe pedirse, la puerta a la que el hombre debe llamar”.

Como cristianos, estamos llamados a discernir y rechazar estas falsas promesas. La verdadera riqueza no está en lo material, sino en una relación transformadora con Dios que trasciende las circunstancias de esta vida.

Julio César Cháves

Alejandro V.
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