Mientras Jesús decía estas cosas, una mujer de entre la multitud exclamó: «¡Dichosa la mujer que te dio a luz y te amamantó!» «Dichosos más bien—contestó Jesús—los que oyen la palabra de Dios y la obedecen». Lucas 11:27-28 Hay personas que disfrutan la idea de que María, la madre de nuestro Señor, tuvo privilegios muy

Mientras Jesús decía estas cosas, una mujer de entre la multitud exclamó:
«¡Dichosa la mujer que te dio a luz y te amamantó!» «Dichosos más bien—contestó Jesús—los que oyen la palabra de Dios y la obedecen». Lucas 11:27-28
- De la pluma de Charles Spurgeon:
Hay personas que disfrutan la idea de que María, la madre de nuestro Señor, tuvo privilegios muy especiales porque creen que ella contaba con el beneficio de ver dentro del corazón de su hijo de una manera que nosotros jamás podríamos hacerlo. Si bien esta idea podría parecer que tiene algo de credibilidad, no es así. No se nos dice que María supiera más que el resto, pero sí que lo que sabía lo «guardaba … en su corazón y meditaba» (Lucas 2:19). Y de acuerdo a lo que leemos en los Evangelios ella no parece haber sido una creyente mejor instruida que los demás seguidores de Cristo. Es más, todo lo que ella sabía nosotros también podemos descubrirlo.
¿Te sorprenden estas afirmaciones? Aquí hay un versículo que lo prueba: «El SEÑOR brinda su amistad a quienes le honran, y les da a conocer su pacto» (Salmo 25:14). Y recuerda las palabras del Maestro:
«Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes» (Juan 15:15). El divino Revelador de los secretos nos muestra su corazón y no retiene nada que nos pudiera ser de provecho. Sus palabras de confirmación son:
«Si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes» (Juan 14:2).
¿Acaso hasta hoy en día Jesús no se nos revela a nosotros pero no a los del mundo? Por esa razón, no le decimos en ignorancia: «Dichosa la mujer que te dio a luz». Al contrario, con conocimiento bendecimos a Dios porque como resultado de haber seguido la Palabra con obediencia luego de que él nos la revelara, tenemos tanta comunión y unión con el Salvador como la que tuvo la virgen María. Y tenemos tanto conocimiento de los íntimos secretos de su corazón como el que algunos consideran que solo ella pudo obtener.
¡Qué grande es la bendición de recibir este privilegio!
- De la pluma de Jim Reimann:
El ángel Gabriel le dijo a María: «¡Te saludo, tú que has recibido el favor de Dios! El Señor está contigo» (Lucas 1:28-29). No obstante, que el Señor le haya mostrado su favor no significa que María fuera perfecta, como lo enseñan algunas religiones. Es más, María reconocía su necesidad de un Salvador, dado que proclamó: «Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador» (Lucas 1:46- 47).
Lo cierto es que todos los creyentes han recibido el favor de Dios, porque solo por su gracia cualquiera de nosotros podemos estar ante él redimidos, perdonados y justificados. El Antiguo Testamento nos dice: «Quien me encuentra, halla la vida y recibe el favor del SEÑOR» (Proverbios 8:35); «Porque tú, SEÑOR, bendices a los justos; cual escudo los rodeas con tu buena voluntad» (Salmo 5:12) y «El SEÑOR es sol y escudo; Dios nos concede honor y gloria. El SEÑOR brinda generosamente su bondad a los que se conducen sin tacha» (Salmo 84:11). Luego, Pablo cita Isaías 49:8 cuando dice: «En el momento propicio te escuché, y en el día de salvación te ayudé. Les digo que éste es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!» (2 Corintios 6:2).
Padre, «que el favor del Señor nuestro Dios esté sobre nosotros. Confirma en nosotros la obra de nuestras manos; sí, confirma la obra de nuestras manos» (Salmos 90:17).
«Vuelvan a Mí». Devocionales 365. Ch. Spurgeon y Jim Reimann.

Originally posted 2024-10-23 13:04:21.
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