Somos propensos a considerar que los santos apostólicos del primer siglo eran más santos que cualquier otro hijo de Dios. Creemos que los apóstoles eran personas extraordinarias que no estaban sujetas a las mismas debilidades y tentaciones que nosotros; pero todos aquellos llamados por la gracia de Dios y santificados por su Espíritu son santos.
- De la pluma de Charles Spurgeon:
Somos propensos a considerar que los santos apostólicos del primer siglo eran más santos que cualquier otro hijo de Dios. Creemos que los apóstoles eran personas extraordinarias que no estaban sujetas a las mismas debilidades y tentaciones que nosotros; pero todos aquellos llamados por la gracia de Dios y santificados por su Espíritu son santos. No obstante, al pensar así olvidamos la verdad de que mientras más cerca de Dios vive el hombre, mayor será la intensidad con la que padecerá por su malvado corazón; y mientras más honre a su Maestro con su servicio, más lo tentarán los males de la carne día tras día.
Lo cierto es que si hubiéramos conocido personalmente al apóstol Pablo, lo habríamos considerado bastante parecido al resto de nosotros dentro de la familia de Dios. Y luego de haber hablado con él, habríamos opinado: «Su experiencia es bastante similar a la nuestra. Es más fiel, más santo y más instruido en la Palabra de Dios que nosotros, pero tiene las mismas (si no peores) pruebas que enfrentar».
Por lo tanto, no consideres que los santos de la antigüedad estaban exentos de dificultades, debilidades o pecados, y no te refieras a ellos con una reverencia mística cercana a la idolatría. El nivel de santidad que ellos consiguieron es posible para nosotros, dado que fuimos «llamados a ser santos» por la misma voz que los llamó a ellos a su elevada vocación.
En realidad, es responsabilidad de cada cristiano abrir su propio camino hacia este círculo íntimo de la santidad, y si encontramos que los logros de los santos de antaño fueron superiores a los nuestros (como en verdad lo fueron), sigamos su ejemplo copiando su pasión y su santidad. Tenemos la misma luz que ellos tuvieron y la misma gracia es accesible a nosotros, por lo tanto, ¿por qué habríamos de sentirnos satisfechos con algo menos que un carácter celestial?
Ellos vivieron con Jesús, vivieron para Jesús y entonces fueron como Jesús.
Al vivir en el mismo Espíritu, vivamos de la misma manera que ellos. «Fijemos la mirada en Jesús» (Hebreos 12:2). Entonces, nuestra santidad se manifestará pronto.
- De la pluma de Jim Reimann:
No solamente pensamos que los apóstoles fueron más «santos» que nosotros sino que también tenemos una opinión más elevada de los santos del Antiguo Testamento. Sin embargo, ellos también fueron personas comunes y corrientes a quienes el Señor usó de maneras extraordinarias. Por ejemplo, Santiago nos dice: «Elías era un hombre con debilidades como las nuestras. Con fervor oró que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y medio» (Santiago 5:17).
Es incluso más alentador lo que el escritor de Hebreos nos dice acerca del Señor Jesús:
Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, él también compartió esa naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte—es decir, al diablo—, y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida.
Pues, ciertamente, no vino en auxilio de los ángeles sino de los descendientes de Abraham. Por eso era preciso que en todo se asemejara a sus hermanos, para ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso al servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo. Por haber sufrido él mismo la tentación, puede socorrer[nos] a los que [somos] tentados.
HEBREOS 2:14-18
«Vuelvan a Mí». Devocionales 365. Ch. Spurgeon y Jim Reimann.
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Aurora Mireya Pereira Herrera
Diciembre 9, 2024, 3:10 pmMe encanta que seamos una familia en Cristo Jesús, que tengamos información del Mundo Cristianos, gracias por incluirme. Dios los bendiga grandemente.
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